Noé Torres y Rubén Uriarte han recopilado y documentado lo acontecido en el libro que titularon «Roswell de México».
Por su parte, los restos del choque fueron cargados en camiones de plataforma, pero fue cuando arribó el equipo proveniente de EU, decidido a entrar a pie y recuperar pese a la negación de México.
El convoy se componía por jeeps y camiones, su gente utilizaba trajes de protección para peligro biológico.
Al tiempo, los miembros de recuperación mexicanos terminaron muertos al interior de los vehículos, mientras que al lado se encontraba un platillo metálico, color acero pulido. La causa de los decesos era desconocida.
Los objetos voladores fueron destrozados en pequeños pedazos, aparentemente por una colisión a altas velocidades. El disco mostraba algunos signos de daños, documenta la obra de Torres y Uriarte.
Sin perder tiempo, el equipo estadounidense se llevó la nave platillo a un helicóptero de la Sea Stallion y destruyó los restos, incluyendo vehículos de la recuperación mexicana y piezas de la avioneta Cessna con explosivos de alto rendimiento.
De ello solo quedaron rumores y leyendas, que residentes más antiguos de Coyame cuentan que los soldados se mueven por la ciudad, y otros recuerdan que el avión ardía en llamas.